La lengua madre
existió y fue quizás el mejor instrumento de expansión de los Incas, una herramienta que
funcionaba a pesar de sus limitaciones. Del mismo modo, existen leyes que
funcionan a pesar de sus defectos o carencias; y del otro lado, existen leyes
espectaculares en cuanto a objetivos y fines pero que no logran resultados en
la práctica.
El gobierno de Toledo
nos dejó la idea de compensar el daño, al agro nacional, por las importaciones
que vendrían a partir de los TLC. Solo en idea, porque en la práctica: el
trigo, maíz, y los lácteos han sido afectados, sin recibir medidas
compensatorias que hayan amortiguado el golpe.
Después, fue abrumador
ver las ganas del presidente García por sacar adelante su Sierra Exportadora;
pero la dimensión del reto, más la falta de instrumentos apropiados y la poca
voluntad de sus ministros por avanzar con el tema, hicieron que esto solo quede
en un sueño.
Humala, pensó que con inversiones en infraestructura de almacenamiento de agua iba
a resolver el problema del agro. Su programa “MI Riego” además de ser muy
limitado, se quedó en la ineficiencia de ejecución, con obras paralizadas e
inconclusas hasta la fecha.
PPK nos dejó AgroPróspero,
una propuesta que combinaba infraestructura, siembra y cosecha de agua y asistencia
técnica. Sin embargo ya sabemos qué pasó con PPK. Aunque mucho antes ya se había
abandonado la propuesta, luego de la salida de Hernández del MINAGRI. En
adición, las inundaciones del 2017 prácticamente dejaron al Ministerio como el
recurrente “descolmatador de los ríos”.
El Congreso de la
República por su parte, nos ha dejado leyes para favorecer los mercados
agropecuarios, la tecnología, las semillas, la siembra y cosecha de agua, la
promoción de plantaciones forestales etc, etc. Solo nos falta la Ley para que
los grupos religiosos promuevan agricultura en zonas de frontera… bromas aparte, hay que decir que casi todas estas
leyes han partido de buenas intenciones, pero en la práctica solo han
contribuido al calentamiento global, gastando papel innecesariamente.
La reciente aprobación
por parte del gobierno del DU 043-2019 para extender los beneficios de la Ley
de Promoción Agraria (27360) por 10 años más; dejó en claro, que ésta es una
ley para la agroexportación; quedando en el deseo, una Ley que verdaderamente
sirva a los intereses de la pequeña agricultura. La Ley Madre del Agro que
muchos pedimos y queremos, pero creo que nadie sabe cuál sería.
Si seguimos la inercia,
cada año la pequeña agricultura empeorará. Ya lo he explicado antes, la oferta del agro
es más grande que la demanda local, por ello los precios y el poder de mercado
de los pequeños productores es nulo. La teoría económica diría que
progresivamente la oferta disminuirá y los precios mejorarán. El punto es que
este “milagro económico” debió darse hace más de 20 años, pero la dispersión y
nula coordinación de más de dos millones de pequeños productores hace muy difícil
alcanzar un equilibrio razonable de mercado. Está claro que necesitamos menos
oferta de alimentos o más demanda por ellos.
La menor oferta local de
alimentos se puede dar si incorporamos cultivos industriales no alimentarios,
exportando más o simplemente dejando que el agricultor deje de sembrar. Esto último
se viene dando, a baja intensidad, con la venta de predios agrícolas para
proyectos urbanos. Pero para que tengan una idea, una ciudad de mil cuadras residenciales,
requiere una extensión de mil cuatrocientos hectáreas; ello es poco si
consideramos que, solo en la costa, tenemos más de 500 mil hectáreas de pequeña
agricultura.
El punto es que si
dejamos esto a la propia dinámica del mercado, el costo social será muy alto
para el país. Parte de ese costo ya lo venimos pagando con el abandono del
sector rural, hacinamiento de las ciudades, desempleo y pobreza. Dejar el
problema del agro sin respuesta por parte del Estado, implica reconocer que la
clase dirigente del país no sirve al pueblo.
Mucho de lo anterior,
es un proceso que se da en el mundo; sin embargo, el mundo ha sabido
implementar programas de subsidio al precio, o bonos al productor, compra de la
producción o fondos para compra de tierras rurales o simplemente cerrando sus
fronteras a la importación.
¿Qué podemos hacer
nosotros? ¿Una gran Ley puede resolver un problema tan complejo? para empezar, las
leyes no necesariamente las deben desarrollar los abogados (ellos pueden asesorar
y corregir el texto final) una Ley para el agro debe hacerse con gente de
experiencia en legislación, en gestión ministerial, de gobiernos regionales, en
producción agropecuaria y de negocios en el sector privado. Hacer una Ley pasa
por proyectar, en la práctica, cómo funcionaría operativamente, y superar todos los
cuellos de botella para que realmente funcione. Una Ley y su reglamento son
partes del mismo cuerpo y deben hacerse al mismo tiempo.
La Ley Madre que requiere
el agro, necesita de las mejores mentes, personas y voluntades; al inicio será
construir una torre de babel con muchas lenguas, pero es posible orientar una
propuesta sólida. Esta propuesta diseñará un instrumento que no será para el
100% de la masa de pequeños productores -en términos de mercados, logística y
presupuesto ello representa un imposible material- pero sí podríamos llegar a
más del 20% de la masa de pequeños agricultores, lo demás mejorará como consecuencia
del dinamismo propio del sector.
Mi propuesta pasa por
un agresivo programa de desarrollo de proveedores, algo que diseñé en el 2017
siendo Director Nacional Agrícola, pero quedó en la incubadora. Dicha
propuesta pasa por vincular de manera efectiva a pequeños productores con
cooperativas, empresas industriales o empresas agroexportadoras con un paquete
de incentivos fuerte para capitalización, financiamiento, tecnología, semillas
y asistencia técnica. Este programa llegaría a unos 500 mil productores
agropecuarios bajo la premisa de: mercado seguro e incentivos para que los
mismos privados hagan negocio con una subvención estatal. Es lo más seguro que puede
hacer el Estado en términos de minimizar riesgos.
Un programa como el
anterior costaría cerca de S/ 1,500 millones anuales, durante 10 años. Es algo
que se podría montar rápido y sin mayor burocracia, implementando un nuevo
componente en el programa AGROIDEAS.
Ing. Angel Manero Campos
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