Era sábado por la
mañana, para un cañetano rural, un día muy probable de abundante chicharrón de
cerdo y camote frito, pero no. Mi hija Angela nos llevó, al Colegio Hiram
Bingham, a una charla TEDx que incluía una disertación a favor del veganismo.
Recordemos que los veganos asumen una posición ética, casi religiosa, que cuestiona
el maltrato de los animales y el consumo de su carne y derivados, Nada de pavo,
pollo, pescado, ni huevos, ni lácteos ni cualquier otro animal; tampoco se
visten con derivados de la lana o piel. También están en contra de utilizar
animales como parte de espectáculos y no acuden a circos, zoológicos, menos a peleas
de gallos y corridas de toros.
En lo particular soy
un carnívoro en exceso, la vida no me sería la misma sin un bife angosto a la
parrilla o un ceviche de pescado. He visto a los veganos, como quien ve a un
loco calato por la calle, como el absurdo de complicarse la vida para balancear
una dieta en los aminoácidos esenciales, el calcio y la vitamina B12. Estoy
claro que a mí nunca me van a convencer, pero ese sábado fue la primera vez que
escuché pacientemente sus argumentos.
El argumento
central, del cual he leído un poco más, es que el 7 de julio del 2012, un grupo internacional de 13 científicos
de los ámbitos de la neurociencia cognitiva, la neuro-farmacología, la neuro-fisiología
y la neuro-ciencia computacional de instituciones como el MIT, Caltech,
Instituto Max Planck y en presencia de Stephen Hawkins; firmaron el manifiesto
de la conciencia de Cambridge:
"Decidimos
llegar a un consenso y hacer una declaración para el público que no es
científico. Es obvio para todos en este salón que los animales tienen
conciencia, pero no es obvio para el resto del mundo. No es obvio para el resto
del mundo occidental ni el lejano Oriente. No es algo obvio para la sociedad"
Philip Low, en la
presentación de la Declaración de Cambridge sobre la Conciencia, Julio de
2012.
De acuerdo con la
Declaración, la investigación ha demostrado la capacidad de organismos animales,
no humanos, para percibir su propia existencia y el mundo a su alrededor.
Los animales al tener un sistema nervioso central tienen un cierto grado de
conciencia y emociones. Y en la lógica vegana, no es justo hacerlos pasar por
el vía crucis de su sacrificio o explotación para su consumo. En broma
comentada a mi hija “deben morir naturalmente de viejos, enfermos o comido por
otro animal. No faltará quien pida un programa de salud pública para los
animales del mundo, cuando ni siquiera los humanos lo tienen a la medida”
Los argumentos pueden
ir de un lado a otro. Yo un carnívoro con educación superior y vocación por lo
agropecuario, podía debatir cada sustento. Sin embargo, al final de la charla caí
en la cuenta de que ésta va ser una discusión similar a la política, religión o
futbol. No importará qué argumentación presenta ventaja técnica, sino cuál
posición llega mejor a la percepción del ciudadano. Intuyo que si yo fuera un
niño, que empieza la edad escolar, me convertiría en vegano religiosamente.
Las nuevas
generaciones serán –progresivamente- mucho más veganas que las actuales y si
nos proyectamos a unos 30 años, estimo que más de la mitad de la población
menor a 30 años será vegana. Es decir debemos prospectar seriamente el consumo
futuro de la carne y sus derivados.
¿La carrera
universitaria de Zootecnia tendrá futuro? Sin duda que sí, pero quizás con un
cambio radical: ya no se tratará de reproducir animales compulsivamente en cautiverio,
sino en darle mejores condiciones de vida.
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