El día de hoy se presentó el libro "We do know how. Claves del éxito de programas de desarrollo y reducción de la pobreza: Lecciones del Perú y del mundo" escrito por James Riorda. El evento realizado en la Universidad del Pacifico fue organizado por USAID y Sierra Exportadora entre otras instituciones.
En una gran exposición, el autor presentó sus 7 principios que deben guiar los programas de desarrollo. Presentación que se enriqueció con el panel conformado por varios especialistas en la materia. Sobre el respecto quisiera hacer unos comentarios y reflexiones.
Cuando el autor comentó que tenía 35 años de experiencia en programas de desarrollo en diversos países del mundo, me hizo recordar a mi amigo de la escuela secundaria, pero además me hizo pensar en cómo han cambiado los tiempos. Actualmente los jóvenes cambian de empleo cada dos años y muchas veces a un empleo diametralmente diferente al anterior, en unos 10 años va ser difícil encontrar profesionales en la misma actividad o tipo de actividad con 10 o 20 años de experiencia.
Pero lo más importante, generacionalmente hablando, de los enfoques de desarrollo productivo es que las nuevas generaciones, me atrevo a decir que aquellas que han estudiado la universidad después de los 90s, damos por implícito que todo negocio debe estar orientado a la demanda, tanto así que el enfoque al mercado, orientación a la demanda, demand pull o comprador definido son términos que ya no se mencionan, se asumen como condición inherente. Los jóvenes entienden perfectamente que lo importante es asegurar al mejor cliente posible. Más aun, no nos perdemos en terminologías de enfoques de demanda u oferta. La articulación comercial de hoy, aquella que busca conectar ofertantes con demandantes siempre parte de tener un comprador definido y si aún no se tiene oferta: se trabaja sobre la base de un mercado definido con demanda insatisfecha.
En ese punto estábamos cuando Enrique Vásquez, Director en una de las maestrías de la Universidad del Pacifico, comentó que a él le preocupaba que sus impuestos vayan a parar a programas de fomento productivo cuando existen prioridades de intervención pública con mejor retorno de inversión. Es decir mientras se discutía cómo se debe vestir la novia para el matrimonio, Enrique Vásquez nos decía que no debería casarse. Cayó un balde de agua fría que hizo más interesante la jornada.
Cómo evaluar la pertinencia de que el Estado Invierta en programas de fomento económico productivo. Algunas intervenciones indican que por cada dólar invertido en mejorar la articulación empresarial (productores con una empresa ancla) se generan cinco dólares en ventas incrementales, con el consecuente incremento del empleo formal. Con esto el tema parecería zanjado, sin embargo allí estaba Fidel Jaramillo, Representante del BID en el Perú, para decir: “si por cada dólar invertido en articulación se generan cinco dólares en mayores ventas, entonces no se necesita ningún programa de fomento: el retorno de la inversión es tan alto que las empresas estarían ávidas de hacerlo por ellas mismas”. A lo que James Riorda respondió que no se trata solo de financiar la articulación se trata también de confianza: Una empresa agroexportadora que suele exportar la producción de sus propios campos por lo general no tiene expertise en armar cadenas productivas con grupos de agricultores que los abastezcan amén de mantener una relación sostenible y armoniosa con ellos; según del autor del libro se necesita una dosis importante de confianza para que esta relación se concrete, confianza que se va gestando con la intervención de un facilitador respetable y neutral.
En lo personal creo que el modelo de fomento de articulación empresarial de productores organizados y vinculados a empresas anclas que tienen un mejor expertise en llegar al mercado y en brindar un paquete tecnológico como asistencia técnica, funciona. Allí se pueden distinguir dos casos: uno de ellos es cuando se financia la articulación de productores que ya le vendían a la empresa y lo que se quiere es mejorar la productividad, calidad y oportunidad de la oferta, entonces aquí se fortalece la articulación con ofertantes más competitivos y en consecuencia mejores márgenes de rentabilidad (se desarrolla oferta con una demanda asegurada). También está el caso donde los productores recién empiezan a articularse a una empresa ancla gracias a la gestión de un programa de articulación, aquí el impacto es mayor dado que es muy probable que la línea base del nivel de ingresos sea menor que en el caso anterior. Ambos mecanismos o estadíos de intervención hacen crecer actividades económicas que ya están en marcha y por lo tanto la probabilidad de éxitos e impacto es mayor. Este proceso se beneficia con los programas de desarrollo vial y además con el crecimiento del país (mejora el ingreso de las personas por otras actividades, mejoran los servicios públicos y crecen los mercados internos).
Hasta aquí hemos visto la importancia de la articulación para el fomento del desarrollo y reducción de la pobreza. Podemos decir que se necesita potenciar un mercado de servicios de articulación y creo que el proyecto PRA de alguna manera ha ayudado a completar en algo este mercado. Del mismo modo hay mercados importantes que son más difíciles y lentos de completar: innovación, facilitación y adopción de tecnologías y desarrollo de capacidades efectivas, aquí es donde debe radicar la atención principal de los programas de fomento del desarrollo económico productivo.
La innovación en nuevos productos/nuevos mercados es lo que ha llevado al Perú a producir espárragos, uvas de mesa, palta hass, capsicum, alcachofas, tangelos, granadas etc productos que hace 30 años no exportábamos. El sector privado ha hecho esto posible a su riesgo; pero también debemos decir que éste ha sido un proceso de ensayo y error donde han habido “muertos” en el camino, tanto así que uno de los principales bancos del país suele decir: “a los conservadores nos va siempre bien”. La innovación tiene riesgos que el privado y mucho menos el pequeño empresario o productor no asume efusivamente, por eso el fomento de la innovación efectiva es un detonador del desarrollo productivo.
De igual forma el día a día de las actividades y más aun si se trata de empresas o productores poco capitalizados, hace lento adoptar nuevas tecnologías. Adicionalmente y por lo general el sector privado adopta lo que constató que funciona, por esto un programa de fomento que demuestre que las nuevas tecnologías validadas incorporan valor, tendrá un impacto catalizador.
Del mismo modo, la formación de capacidades es un mercado que debe completarse ya que la mayoría de privados no son agresivos en desarrollar capacidades efectivas en las personas: nuevos conocimientos, nuevas habilidades, nuevas competencias hacen de un profesional mucho más empleable y a su vez disputado por las empresas. En la medida que ayudemos al sector privado a tener un núcleo básico de recursos humanos especializados vamos a sumar en la competitividad de los negocios y en remuneraciones para los trabajadores.
Innovación, facilitación y adopción tecnológica y desarrollo de capacidades efectivas son tres mercados que merecen completarse y complementan muy bien la articulación empresarial en un programa más integral de fomento del desarrollo productivo y alivio a la pobreza. Se justifica destinar recursos públicos a estos programas en la medida que estén bien enfocados, con indicadores apropiados y efectivos de medirse y que sean estimulados en base a resultados. La generación espontanea de la actividad económica generada a partir de desarrollar solo infraestructura vial se da de manera lenta.
Hay mucha gente que cree que con una carretera se solucionan las cosas, cuando en realidad si damos un paseo por las carreteras bien asfaltadas que cruzan los andes, por ejemplo la vía Los Libertadores que llega a Ayacucho, veremos una realidad que no cambia desde hace décadas: niños o niñas cuidando rebaños de ovejas o alpacas bajo una tremenda lluvia y frio que incluso congela el asfalto. La carretera no soluciona todo y el subsidio pecuniario asistencialista puede darse pero es una solución mucho menos sostenible que un efectivo programa de fomento del desarrollo productivo que genera empleos formales.
Por eso reitero mi gran expectativa por la alianza entre Sierra Exportadora y el Proyecto PRA donde el estado subcontrata a un privado especializado en la articulación empresarial para que se entienda mejor con los privados; pero no se olvida que hay otras fallas de mercado y no se olvida que toda institución pública es una herramienta de gobernabilidad y por lo tanto debe hacer gestión pública.
Siempre escuchamos decir que no hay recursos para el fomento productivo y vemos que cada año hay un saldo no ejecutado en el sector público que supera los S/ 15,000 millones, algo que ya se ha convertido en un saldo de caja chica estructural en el Balance General de la Nación. Si el estado asumiese en este momento potenciar un programa de fomento productivo con enfoque de mercado (a la duda lo preciso) probablemente le daría un ataque de ira a varios de mis amigos economistas, en ese caso se concretaría un “economicidio” (no la muerte del economista, sino la muerte del pensamiento economicista) situación que el sector rural celebraría por cierto.
Lima, 7 de Junio del 2012
Angel Manero
Columnista
Angel Manero
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