La asociatividad es una palabra que, en la mayoría de veces, tiene una connotación positiva en el campo, desde personas que se unen para limpiar un canal de riego, mover una roca, para hacer una olla común o simplemente para salir a protestar etc; siempre es posible encontrar pertenencia a un grupo social para determinados fines aunque específicos y temporales. Difícilmente se encuentran esquemas asociativos eficientes para fines que permanecen y sean contantes en el tiempo.
Siempre resuena en el diagnóstico del agro, la falta de competitividad del pequeño agricultor y la necesidad de asociarse para ganar economías de escala y mayor poder de mercado, lo cual es bastante coherente y nunca faltan las arengas a los agricultores para que se asocien, arengas que parecen caer en saco roto puesto que muchas veces no van acompañadas de verdaderos incentivos para que la asociatividad se dé y funcione.
También está la historia que muestra que muchas experiencias de asociatividad acabaron en fracaso; ya sea porque faltó orientación al mercado, porque no hubo buena gestión y componente técnico, porque la dirigencia cayó en dolo, porque no había liderazgo, porque no hubo medios de capitalización, por luchas de poder internas y muchas otras razones que nuestros amigos agricultores conocen más que suficiente. Claro que también pueden existir buenos ejemplos, de los cuales recoger lecciones, pero también hay que decir que son pocos y no llegan a tener un impacto importante allí donde es necesario: la pequeña y mediana agricultura.
La asociatividad se puede constituir como un medio para aminorar las desventajas competitivas de los pequeños agricultores en el agro, para poder acompañar y beneficiarse del crecimiento económico de la mano con las grandes inversiones. Pero este proceso debe darse desde el mismo sector privado donde es posible identificar oportunidades de negocios y donde también ayudaría la intervención de programas de fomento público.
Sin incentivos reales y permanentes para que los agricultores se junten, las arengas a asociarse seguirán cayendo en terreno poco fértil. Es allí donde a mi parecer entra el rol de los consorcios de productores. Consorcios que puedan insertar a los agricultores en una economía de mercado más competitiva, pero que sin embargo requieren de una buena estrategia de implementación para que sean exitosos, estrategia que toma tiempo en implementarse.
Los consorcios deben tener personaría jurídica de sociedades anónimas, que incluyan a los agricultores como socios, pero que exista un núcleo independiente promotor que esté exento de probables conflictos internos de poder. Estos consorcios deben estar gerenciados por profesionales independientes a intereses particulares de grupos de agricultores, profesionales de reconocida trayectoria profesional y solvencia moral.
Es importante la transparencia y los flujos de información, en ello ayudan mucho las tecnologías de información. También es necesario que el diseño patrimonial del consorcio no le genere al agricultor riesgos de perder su tierra. Es decir el consorcio debe tener un patrimonio autónomo y poder convocar de otras fuentes los recursos humanos, tecnológicos y financieros para apalancar a los agricultores asociados. Se debe trabajar la cadena productiva de forma integrada, buscando dar valor a la producción agrícola y llegando de la mejor forma a los mercados internos y externos.
El agricultor que se encuentre dentro del público objetivo de estos consorcios debe tener la certeza que perdería mucho si se queda fuera, y para que esto suceda los consorcios deben saber entregar valor a los agricultores y este valor está en la confianza en la gestión, en la certeza en que llegará a tener poder de mercado y economías de escala, acceso al financiamiento y bienes de capital y lo realmente tangible: mayores ingresos y mejora del nivel de vida.
Implementar un consorcio de agricultores no es una tarea fácil, pero es posible lograrlo y el reto lo asumimos ahora siendo parte de Consorcio Peruano del Agro – COPERAGRO S.A. pretendemos iniciar este proceso para tener en el mediano plazo un gran consorcio que sea una alternativa para consolidar la oferta productiva nacional de pequeños y medianos agricultores.
Ángel Manero Campos
COPERAGRO S.A.
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