20 de noviembre de 2009

Patriarcas dan cátedra en primer día de CADE

Líderes empresariales del país compartieron sus experiencias. El presidente Alan García no participará en la cita ejecutiva

El Comercio - Perú

Pese a que Alberto Benavides, Mario Brescia y Dionisio Romero deben haberse encontrado en más de una ocasión durante los últimos 47 años que tiene la CADE, esta es la primera vez en que los tres rompen su acostumbrada conducta para sentarse delante de los reflectores y hablar de sí mismos.

Durante más de una hora, los asistentes escucharon de boca de los protagonistas de los últimos 50 años de la historia empresarial del Perú una serie de anécdotas personales, familiares y empresariales. Tres modelos diferentes que se desarrollaron en sectores completamente distintos, pero, sobre todo, tres personalidades casi contrapuestas.

Por un lado, Benavides, un minero de socavón sentado entre empresarios, que construyó su imperio sin haber heredado fortuna. Por otro, Mario Brescia, dueño de una corrección política impecable —desde su discurso hasta su tenida—, y coheredero de la fortuna y del amor por el trabajo que tenía su padre.

Finalmente, Dionisio Romero, un zorro con un olfato casi infalible para los negocios, con un estilo desenfadado —sin almidón— y directo. Tres experimentados hombres de empresa que charlaron de forma amena sobre cómo lograron sobrevivir a la extinción. Evidentemente, la caballerosidad no bastó.

MEA CULPA
La mesa se llamó “50 años, ¿qué hemos logrado”. Alberto Benavides enumeró los hitos más importantes de su carrera. “Probablemente el paso más importante de Buenaventura fue cotizar sus acciones en la Bolsa de Nueva York [], nosotros siempre hemos buscado hacer negocios fuera, pero siempre regresamos porque la riqueza del Perú es muy grande”. En la pantalla, detrás de él, una línea azul describía el movimiento de las acciones de su compañía, muy por encima del promedio del mercado local.

Mario Brescia, por su lado, recordó la figura de su padre, un emprendedor moderno de fines del siglo antepasado, amante del trabajo y del ahorro. Fue el único que se puso de pie para ofrecer un discurso preparado y biográfico. Fue quien puso más énfasis en la participación de la familia en una empresa, hoy, de carácter regional.

Dionisio Romero (el único oficialmente jubilado de los tres) reconoció, en su tono de patriarca campechano, que el proteccionismo de las décadas del 70 y 80 fue “una aberración”, pese a que, en buena parte, este permitió la consolidación de muchas de sus empresas. “Era una época en la que las cosas funcionaban con un “muévete y acomódate” []. Si yo ganaba comprando una empresa barata, era porque el otro había perdido un montón de plata vendiéndola y eso era permitido”, explicó Romero como un mea culpa extemporáneo.

TRAPITOS AL AIRE
Cuando Benavides contó que había integrado varios directorios de empresas ajenas a su rubro sin participar apenas, Romero comentó que, si hubiera dependido de él “nunca lo hubiera contratado porque un director mudo no sirve”. Antes, había revelado que durante 10 años quiso que Benavides participara en el directorio del BCP.

Más que un debate, fue un homenaje para los líderes de los grupos económicos más importantes del país. De hecho, más de uno en el auditorio en Arequipa habrá estado atento a la fórmula del éxito en los negocios.

REACCIONES
ALBERTO BENAVIDES. GRUPO BENAVIDES
A mí me invitaron a integrar los directorios de varias empresas que no tenían nada que ver con minas y yo no participaba porque no era mi negocio []. He sido director de Cementos Norte Pacasmayo, de Backus, del Banco de Lima y —el colmo— de Telefónica allí no entendía nada de lo que decían”.

MARIO BRESCIA. GRUPO BRESCIA
Mi hermano Pedro y más tarde yo nos graduamos de ingenieros agrónomos en La Molina, y aplicamos nuestros conocimientos trabajando en algunos valles de la costa central. Luego, la reforma agraria del general Velasco desbarató no solo nuestros planes, sino la proyección de la economía nacional”.

DIONISIO ROMERO. GRUPO ROMERO
En esa época [dictadura], en la que se hacía muy buena plata, no invertíamos aquí, ahorrábamos lo más que podíamos y tratábamos de sacarlo fuera del país porque no sabíamos si en cualquier momento nos volvíamos como Cuba. En realidad, perdimos treinta años en los que se invirtió muy poco”.

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