1 de octubre de 2011

Con café vencen a la coca en zona violenta de Aguaytía

(EL COMERCIO). La chacra de café de esa muchacha indomable de 22 años llamada Rosa Ponce Rodríguez está en la cuesta empinada de una loma, a diez minutos de cruzar el Boquerón del Padre Abad. Es una loma cercana y similar a otras sobre las que se encaramaron los cocaleros para lanzar piedras y bloquear las carreteras durante su último paro, el mes pasado (el primero durante del gobierno de Ollanta Humala).

Desde la comunidad de Las Vegas en Huánuco hasta Hidayacu en Ucayali: el café sobrecoge a ratos por su olor en un camino agitado por el terrorismo y el narcotráfico en los años 80 y 90… pero pierde intensidad al llegar a Aguaytía, en cuyos alrededores se concentra la zona más dura de cocales en el país: Guacamayo, La Punta, Huipoca, Chío, Chiringal Bajo. En esta región se ha focalizado la erradicación forzosa (su objetivo es erradicar 10 mil hectáreas de estos cultivos). Incluso Huipoca, ubicado a 15 km de Aguaytía, es el bastión cocalero más radical; según estadísticas, concentra la mayor cantidad de cultivos ilegales en el país.

Desde los 19 años, Rosa encabeza humildemente una asonada de legalidad y desarrollo en Padre Abad; junto con su madre y hermana. Tres mujeres solas revolucionaron el poblado de Santa Rosa cuando en el 2002 volvieron de Tingo María –adonde huyeron luego de que terroristas y militares les mataron a dos tíos y barrieran con el pueblo– para sembrar café: un esfuerzo que les valió obtener un premio nacional. “Yo era madre soltera en esta zona roja; y huí a un monte por un ataque indiscriminado de ‘morocos’ con Rosa, que era bebita, y su hermana que estaba en mi barriga, dejando todo”, cuenta Maximiliana, la madre de 43 años que sembraba coca desde los 12, cuando cada arroba de la hoja costaba 40 dólares.

“Pero cuando volvimos el precio de la coca cayó a 15 soles la arroba y el café llegaba a 12. A mí me faltaban lágrimas para sufrir y con mis hijas le dimos duro al café en nuestras parcelitas y cargábamos solas hasta las tostadoras”, continúa Maximiliana. “Mi mamá nos decía: más vale solas, pero libres y sin ser perseguidas”, agrega Rosa, quien ahora vende el café tostado a 25 soles mínimo y a quien se le ocurrió la caliente idea de formar una pequeña empresa que difundiera a la vez los prodigios naturales de la zona.

Rosa rememora: “Hace dos años, el caserío era desorganizado, todo era comer, vestirse y nada más. Y con mi hermana decidimos crear comités de base. Y pensamos en promocionar la catarata que tenemos a 2 km y abrimos la trocha”. Este proyecto, con sudor de mujer, les valió ganar el premio Selva Ganadora y recibir 35.000 soles con el que construyeron una maloca turística.

¿Y los paros cocaleros? “El año pasado en junio toda esta zona estaba invadida por ellos. Nos pedían apoyo, nosotros les dimos plátano, yuca; aunque algunos querían lincharnos por sembrar café”. Rosa –que va a estudiar Administración de Empresas– enfatiza que en este último paro no llegaron a Santa Rosa, porque ya es una ‘zona transformada’.

ARRIBA Y ABAJO
El cafetalero más pobre y el más rico de Padre Abad no conocen las cifras generales: que las exportaciones de café del Perú en el 2010 fueron de US$880 millones, lo que es un crecimiento del 50% con respecto al 2009.

Porque ni Apolinario Villanueva ni Raydol Rodríguez saben que el Perú es el primer productor y exportador de café orgánico en todo el mundo, además de ser el principal abastecedor de EE.UU. con café especial bajo el sello de comercio justo. Lo que sí saben es que el café es el principal producto agrícola de exportación del país y que ellos son parte de esa vanguardia.

Apolinario tiene 61 años y llegó de Pachitea a sembrar coca aquí hasta que un narcotraficante lo convenció de macerarla. “Llegué a tener tres pozas… y vendía drogas por la carretera a Juanjuí, Saposoa, con mi moto… muchos jóvenes se enviciaron, me hundí”. Hace cinco años, Devida lo llevó a una pasantía caficultora a Villa Rica y “aunque sigo siendo pobre, ya no soy perseguido”.

“Derroché todo, destrocé mi familia, pero cambié al café, me casé otra vez y a mi mujer le debo mi fuerza. Y no es cursi: con el café ves familias que se unen por el sacrificio; con la coca, que era el dinero fácil, ves aniquilación familiar”, sostiene Raydol Rodríguez, de 49 años, el mayor productor de café de la región: en 20 hectáreas, con 18 peones, este año ha cosechado 25.000 kilos y obtenido ganancias por 270.000 soles. Brumoso queda su pasado, hace 15 años, cuando sembraba coca en 10 hectáreas, río abajo de Aguaytía, en Bellavista.

Hoy enarbola su pujanza: su café de altura sale en mulas o en hombro, por un camino sinuoso, luego de dos horas. El hoy legalista Raydol no pide una carretera como favor político, la propone al gobierno regional como un empresario liberado.

A LAS LIGAS MAYORES
De lo individual a lo colectivo: en el 2001, en la comunidad de Miguel Grau, en Padre Abad, fue formada la cooperativa cafetalera Divisoria. Hoy tiene 582 socios y acopia este café especial, con sellos orgánicos de manejo ambiental y comercio justo. Este año han producido 750 toneladas y han superado las 560 del año pasado. Su gerente, Julián Aucca, es un catador formado por George Howell, el experto estadounidense que determinó las actuales normas internacionales de cafés especiales y quien visitó esta zona. De Ucayali brotó un café que Howell calificó con un puntaje astronómico: 94,16 (el máximo es 100), y con un dictamen: “Es único en el mundo”.

SEPA MÁS
La Expo Café 2011 será en octubre
El café de Ucayali participará en la final del VII Concurso Nacional de Cafés de Calidad, que se llevará a cabo del 12 al 14 de octubre en el Museo de la Nación.

Será con entrada libre y se podrán apreciar conferencias especializadas, ferias y espectáculos de ‘barismo’ (un barista es el profesional especializado en el café de alta calidad, que trabaja creando nuevas y diferentes bebidas basadas en este, usando varios tipos de leches, esencias y licores).

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