"Mejor que reprimir por la violencia la cultura de los vencidos (como se pretendió luego de la derrota de Túpac Amaru) es enseñarles a avergonzarse de ser quienes son".
Por: Nelson Manrique
La República
Mejor que reprimir por la violencia la cultura de los vencidos (como se pretendió luego de la derrota de Túpac Amaru) es enseñarles a avergonzarse de ser quienes son.
Que el gobierno haya designado el 2012 como el “Año de la Integración Nacional y el Reconocimiento de Nuestra Diversidad” es una buena ocasión para intentar conocernos mejor. Una condición básica para el re-conocimiento es el conocimiento previo: saber quiénes somos.
La Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) del 4º trimestre del 2001 contiene información que aunque ya tiene una década es muy valiosa para saber cómo se definen a sí mismos los peruanos según su origen étnico . Hasta 1940 la “raza” constituía una categoría censal, pero por lo general era el encuestador quien definía quién era -según las categorías censales entonces existentes- blanco, mestizo, indio, negro o chino. Luego de 1940 se eliminó la categoría “raza” en los análisis y se optó por investigar la identidad étnica. Lo excepcional de la ENAHO citada es que recoge la autodenominación étnica por la que optan los encuestados y esto aporta una visión sorprendente.
Del total de la población peruana, se autodefinen como mestizos un 58.1%, quechuas un 30.1%, aymaras 4.0%, blancos e indígenas amazónicos 2.9% cada uno (son nuestras minorías étnicas), negros, mulatos y zambos 1.1%, y “otros” (que incluye a los de origen asiático) 0.9%. Una amplia mayoría de los peruanos se autodefine como mestiza y una cantidad muy reducida como blanca. Lo sorprendente es que, si se suman las categorías de quechua, aymara y amazónico, un 37% de los peruanos se autodefine como indígena, lo cual contradice la percepción de que lo indígena es hoy marginal en el Perú. Y si se suma a esta cifra la de “mestizos” se concluye que un 95.1% de los peruanos reconoce tener un origen andino.
Es en la región norte donde se concentra la mayoría de quienes se autodefinen como mestizos; en Cajamarca, Lambayeque y La Libertad se consideran tales más del 90% de los pobladores y en Tumbes el 88.5%. En Tumbes y Piura está la mayor cantidad de quienes se autodefinen como blancos, pero siendo estos una minoría a nivel nacional, su peso en los departamentos aludidos es modesto: 7.1% y 6.1%, respectivamente. Los departamentos donde los mestizos constituyen una minoría (en Puno y Apurímac son menos del 10%) son aquellos donde la población indígena es aplastantemente mayoritaria.
La presencia de lo indígena es mucho mayor en los departamentos serranos. Quienes se definen como de origen quechua llegan al 90.5% en Apurímac, 86.9% en Ayacucho, 76.8% en Cusco, 70.4% en Huancavelica. Aunque a nivel nacional los aymaras constituyen apenas el 4.0% de la población, en Puno constituyen el 43.4%, en Moquegua el 27.9% y en Tacna, oh sorpresa, el 53.0%. Si en este último departamento se suman los quechuas y los aymaras se llega al 58.7% de la población departamental, y en Puno al 95.3%. Existen pues una buena cantidad de departamentos donde los indígenas constituyen una amplia mayoría de la población. En Áncash, Arequipa y Huánuco están por encima del 50%. Pero las leyes no reconocen esta realidad y se vulnera derechos elementales de la mayoría de los ciudadanos.
Un último detalle significativo es que en el departamento de Lima un 26.8% de los habitantes se autodefine como quechua, y los aymaras y amazónicos aportan un 2.9% adicional. Alrededor de un 30% de los limeños se autodefinen pues como indígenas, y a esto hay que añadir que hoy Lima es el departamento que concentra la mayor cantidad de quechuahablantes en el Perú. Sin embargo es muy improbable que los lectores escuchen alguna vez hablar quechua en las calles, como sí sucede, por ejemplo, en Quito o La Paz.
La razón no es difícil de comprender: hablar quechua, aymara o alguna lengua amazónica es exponerse al desprecio y la discriminación. Los hablantes de las lenguas originarias se protegen escondiendo su identidad lingüística. Esa es una de las peores heridas dejadas por la dominación colonial. Mejor que reprimir por la violencia la cultura de los vencidos (como se pretendió luego de la derrota de Túpac Amaru) es enseñarles a avergonzarse de ser quienes son.
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