(Agraria.pe) Pocos quisiéramos estar en los zapatos del Ministro de Agricultura quien tiene que lidiar con las presiones de los algodoneros para que se concrete el subsidio al algodón. De un lado las amenazas de bloqueos de la carretera panamericana sur (paraliza el transporte de medio país) y de otro lado tener que lidiar con el MEF para habilitar un subsidio cuya conveniencia es difícil de argumentar. Qué decir cuando el MEF replique: por qué no subsidiamos a los productores de manzanas, a los productores de joyería de plata (amenazadas por las importaciones chinas) o a los productores de muebles de Villa el Salvador, a los productores de zapatos de Trujillo o arroz de Piura etc.
Cosechar los paños de algodón determina el verbo pañar, a veces se usa equivocadamente apañar (sinónimo de encubrir). Aunque quizás esa sea la tarea principal que tiene el MINAG en el tema algodonero: apañar el subsidio al algodón como un mecanismo que fomente la competitividad futura de la industria.
Hoy veía, en las noticias, unas imágenes de una persona pañando algodón. Me hizo remontar 25 años atrás cuando pañábamos algodón en Cañete. Se empieza cerca de las 5 a.m. aún a oscuras, las personas se amarran un saco a la cintura y llevan una manta más grande para ir consolidando carga en un punto central del campo.
Según sea primera o segunda paña, un pañador experto puede ir cosechando cuatro o seis surcos al mismo tiempo y acabar el día habiendo cosechado tres o cuatro quintales. Un cosechador inexperto, entre los que me encontraba, hacíamos un promedio de un quintal/día (1 quintal QQ = 46 kg). No sé cuánto se paga ahora por cosechar un quintal, agradeceré si me pueden actualizar este dato, pero supongo que estará entre 10 y 15 soles/QQ, lo que indicaría que un buen pañador puede sacar más de 50 soles/día.
En la cosecha, mientras uno avanza por el surco va humedeciendo la ropa con el rocío retenido por las hojas de las plantas. También se puede encontrar muchas telas de araña y lo más espectacular era encontrar nidos de palomas con huevos dentro. En todo el recorrido se va conversando con el pañador de los surcos vecinos y el esperado desayuno se tomaba grupalmente.
Algunos malos hábitos de los pañadores era echarle agua a las mantas para que supuestamente pese más. Echaban aproximadamente un litro de agua por cada quintal, existía la creencia absurda que ese kilo de agua elevaría en varios kilos el peso del quintal.
Luego de la cosecha había que escoger el algodón para retirarle las materias extrañas, se entregaba el algodón limpio, se pesaba y era costumbre cobrar el mismo día de cosecha.
Hay mucha nostalgia porque ya no veo siembras de algodón en Cañete, ya no se aprecia el espectáculo de la rapidez de la paña, de ver el capoteo (pícaramente cosechar el algodón del pañador vecino). Me gustaría que el algodón recupere las 300 mil hectáreas que solíamos sembrar, pero no sé cuál es nuestro real potencial competitivo.
Como ya había mencionado antes, siempre es posible evaluar la conveniencia de producir localmente plantas transgénicas para los productos no alimenticios, en este caso para el algodón que compite con las plantaciones transgénicas hindúes. Pero esto sería conveniente solo si la semilla OVM aporta un diferencial competitivo. Mientras tanto seguimos esperando el estudio y programa de competitividad para el cultivo algodonero.
Angel Manero
Columnista
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