A mediados del siglo pasado el dúo Los Compadres de Cuba lanzaba el hit musical “échale tierra y tápalo” frase que se puso de moda en nuestro país para hacer referencia a olvidarse o hacer pasar inadvertido algún tema. Ahora y en pleno siglo XXI y a más de 40 años de la reforma agraria el tema de la concentración de la propiedad de la tierra sigue generando polémica en el país.
Actualmente estamos lejos de encontramos en una estructura de concentración de la propiedad ya que ni el 10% de los predios bajo riego están en manos de grandes empresas (etanol, azúcar, agroexportación). Un escenario sensato podría ser que por lo menos el 50% de las tierras bajo riego sigan siendo administradas por pequeños y medianos productores, por lo que aún tenemos mucho techo para seguir atrayendo grandes inversiones y poner en valor las tierras eriazas. Poner límites a la propiedad de las tierras configuraría un incentivo perverso que a futuro desincentivará la ampliación de frontera agrícola.
El hecho que existan grandes empresas en el agro hace que se dinamice el mercado de tierras y en consecuencia todos los predios del país aumenten su valor, capitalizando a los agricultores y mejorando su acceso al financiamiento.
Se podría argüir que existe una posición de dominio en la industria del azúcar que puede llevar a prácticas de abuso, sin embargo el azúcar se puede importar libre y abiertamente y los precios internos se mueven casi en paridad con los externos. En general, en alimentos en imposible que exista abuso de posición de dominio, dado que existen sustitutos y libre comercio de ellos.
De la misma forma se podría decir que en las zonas azucareras los agricultores independientes sembradores de caña están a merced de los ingenios, sin embargo esta situación se da desde hace muchas décadas y los agricultores han podido y pueden optar libremente por cambiar de cultivo.
Cuando Estados Unidos ha entrado en Guerra tuvo el soporte de su gran industria que pudo reconvertir sus líneas de producción y fabricar armas intensivamente. De la misma forma la mejor estrategia para tener seguridad alimentaria es que existan productores o empresas (pequeñas, medianas y grandes) competitivas y rentables que aumenten la producción sostenidamente y tengan capacidad operativa para ir cubriendo los desabastecimientos (esto se refleja en mayor demanda y mejores precios).
El argumento de que con una mayor cantidad de grandes propietarios se aumenta la desigualdad y descontento social tendría sentido si la agricultura representara la única actividad económica del país. Por el contrario el crecimiento de la economía en todos los sectores permite que más jóvenes de bajos recursos emprendan negocios o carreras profesionales de éxito. La realidad socioeconómica del país es multidimensional y en contraposición a los “globos de ensayo” prefiero lo que ha funcionado en el mundo: mayor inversión, mayor infraestructura, más y mejor educación y en consecuencia mayor empleo y emprendimiento.
El MINAG puede acabar encasillado en un tema tan polémico como éste, que por su naturaleza es mejor que sea una iniciativa del Congreso de la República. Por eso al igual que la canción de Los Compadres, quizás le resulte mejor mirar al horizonte, darse un respiro y “echarle tierra” a la intención de emprender una batalla que difícilmente se librará con éxito.
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