21 de junio de 2011

“Estamos cumpliendo nuestro sueño”

SU MADRE CREÍA TANTO EN ELLA QUE LA MANDÓ A LIMA PARA QUE CONCLUYERA SUS ESTUDIOS. POR FALTA DE DINERO, SOLO HIZO EL COLEGIO. PARA TERMINARLO, ABRIÓ UNA TIENDA EN SU CASA DE ESTERAS. SU MADRE ALENTÓ Y ORIENTÓ SU TALENTO PARA EL COMERCIO. HOY ELLA ES UNA CORAJUDA EMPRESARIA Y UN BELLO EJEMPLO PARA SUS HIJAS Y SU COMUNIDAD

Por: Antonio Orjeda
Martes 21 de Junio del 2011
El Comercio - Perú

Beatriz tenía cuatro años cuando pasó la noche bajo las polleras de su madre. Completamente alcoholizado, su padre las había echado de la casa. Una vez que lograron entrar, vieron que había soltado a los animales, y que estos habían destrozado la cosecha que mamá tenía lista para comercializar. En el único colegio de Paucará (Huancavelica) se dictaba solo hasta segundo de media. Ella no solo era la mejor alumna del plantel, sino que había terminado la primaria a los 11 años, algo inaudito en esa localidad. Mamá se la jugó, le planteó a su marido que se viniera a Lima con su niña para que estudie aquí. Ella se comprometía a enviarles víveres cada mes. “¿No le dio miedo?”, le preguntamos a Beatriz. Contestó que no. Poco le importaban la violencia y vicios de su padre. Ella estaba feliz, pues así por fin su madre podría descansar del infeliz. Una vez aquí, ella siguió su ejemplo, no claudicó pese a tener todo en contra. Hoy al frente de Costanor Betty, estima cerrar este año con una facturación de dos millones de soles.

A los 16, estando aún en el colegio, decidió abrir una bodega en la casa de esteras de su hermano. Fue la primera tienda de la unidad comunal en la que vivía. ¿Por qué lo hizo?
Porque tenía necesidad, no tenía para estudiar. Mi papá no tenía trabajo seguro y, aparte de eso, le gustaba la bebida. Era irresponsable, y yo tenía que hacer algo si quería salir adelante.

¿Por qué?
No quería pasar por el sufrimiento que pasó mi mamá. Como ella, quería luchar; no quedarme en el camino, sino conocer más, aprender más… Tener algo en la vida: una casa, una familia. Esa fue la razón por la que hice esto.

Creció en Paucará, Huancavelica, viendo que, a diferencia de su padre, era ella quien se las buscaba: se iba a pie dos, tres días en busca de ganado que luego alimentaba para venderlo.
¡Ella hacía de todo!

Ella la envió a Lima con su papá. Sin embargo, si usted no hubiese abierto su bodega, no habría tenido para acabar el colegio. Una vez que terminó, dejó la tienda y trabajó en el Centro (Cercado) vendiendo joyas.
Dos meses, solo me pagaron uno. Por eso me salí… Le conté a mi mamá y ella me recomendó: “Has tenido experiencia haciendo crecer la bodega –porque también vendí varias cosas aparte de abarrotes–, tú ya conoces el negocio, has aprendido, y yo confío en ti. Te voy a dar mi cosecha”. Ese había sido un buen año, fueron unas quince toneladas de papa. “Ya que no te puedo dar estudios, aprovecha esto. Ese va a ser tu capital”, me dijo.

Era fines de los 80.
El 87, y me convertí en ambulante, vendiendo papa en la calle… [ríe].

Tuvo que tratar con camioneros siendo una chiquilla.
Pero mi mamá ya me había enseñado. Yo tuve una niñez bien dura, con un papá machista, con un papá violento. Entonces, mi mamá me preparó: “Siempre hazte respetar, no permitas que nadie se burle de ti”. Y eso yo lo practico hasta ahora: las cosas se dicen claras y con respeto. Así fui, cargué la papa en Huancavelica y la llevé a Huancayo; desde ahí la volví a cargar para Lima.

Viajó en los camiones con su carga.
Y una vez que lo vendí todo aquí, regresé a Huancayo para comprar más papa. Poco a poco comencé a traer también menestras, empecé a variar; y como entonces había pocos comerciantes aquí en Huaycán y yo lo ofrecía todo a buen precio, la gente me compraba bastante. Para el 89 ya había empezado a traer abarrotes. Pero un año antes, en uno de mis viajes a Huancayo conocí a una señora que vio con bastante interés mi esfuerzo. “¿Cuántos años tienes?”. “18”. “¡Ah!… Yo tengo una planta procesadora de menestras en Lima. Ya no vengas aquí –te puede pasar algo–, yo te voy a enviar tus pedidos allá, y de allá los vas a recoger…”. Y cuando conocí la planta, me encantó. Dije: “Algún día voy a tener algo como esto”.

Hoy tiene 41 años, es la mayor comercializadora de abarrotes de Huaycán y planea cerrar el año duplicando su facturación del 2010. ¿Cómo se siente?
Se está cumpliendo lo que nosotros habíamos soñado… Nosotros estamos haciendo realidad un compromiso: el compromiso de hacer algo bueno para la población.

No es común escuchar eso.
Esto va más allá del dinero. El saber que estoy haciendo algo bueno es una responsabilidad, y el compromiso es mejorarlo, potenciarlo en beneficio del resto.

¿Cómo así dejó las verduras y se enfocó en los abarrotes?
A mi mamá siempre le preocupó que yo viaje para traer verduras. Tenía miedo de que me pase algo por ser mujer.

Además, se estaba desplazando por el interior cuando más fuerte estaba el terrorismo.
Exacto, estaba el temor de que lancen una bomba al carro. Te podías morir en el camino… No se imagina, he tenido que arriesgarme, incluso viajé a la selva y vi gente muerta tirada en el camino.

¿Ya estaba casada?
Todavía. Yo conocí a mi esposo a mediados de los 90.

¿Dónde?
En el Mercado de Productores, vendiendo abarrotes con su papá. Él mostró interés en mí, nos fuimos conociendo, vimos si congeniábamos en el trabajo y como personas, y empezamos a trabajar juntos, después del ‘fujishock’. ¡Uf! Durante esa época había gente buscando que saquear cualquier tienda. Ahí fue mi primera caída, me quedé en cero; y con la plata que tenía no podía comprar nada porque todo había subido ¡diez veces más!

¿Quién fue su apoyo en ese momento?
Nadie. Pero dije: No me voy a quedar. “Tengo poquita plata, mejor no invierto ahorita: voy a esperar”. Ahí fue que me llevé a la selva la mercadería que me quedaba. Allá la vendí más caro, porque allá la gente pagaba en ‘verdes’. Ya de regreso conocí a mi esposo, y para el 95 compramos este local (que es su almacén y punto de ventas al por mayor). Trasladamos la mercadería, solicitamos préstamos a los bancos y llenamos el local de aceite, fideos, ¡todo! Y como creció tanto el negocio y había que distribuir la mercadería, el 2002 compramos un tráiler. Para entonces ya teníamos el sueño de hacer cereales. ¿Qué pasaba? Había harinas sueltas en los mercados –de maca, quinua, habas–, pero no en buenas condiciones sanitarias; y como yo misma las comencé a producir para alimentar a mis hijas –les hacía un ponche– y resultó muy bueno, ahí me terminé de convencer…

Definió su nueva oportunidad de negocio.
Sí. ¡Ese iba a ser el alimento de los niños del Perú y del mundo!

¿Adónde está llegando ahora?
A toda Lima. En ese entonces nos faltaba plata para tener máquinas con qué producir nuestro cereal de siete semillas. Me fui al Interbank, y en tres días me dieron el crédito. Los bancos siempre tardaban quince, veinte días, porque decían que tenían que aprobar, que analizar… pero ellos se basaron en mi comportamiento de pago.

O sea que su línea de conducta fue la clave.
Sí, y en menos de un mes hicimos realidad nuestra primera producción, que fue de unos doscientos kilos.

¿Y hoy es de…?
Diez toneladas al mes. Cuando empezamos, mis hijas nos ayudaban a sellar los paquetitos.

EL PERFIL
Nombre: Beatriz Sullca Pino.
Colegio: Primaria en la única escuela de Paucará, en su natal Huancavelica. Secundaria en Madre Admirable e Isabel La Católica, ambos en La Victoria.
Estudios: Administradora autodidacta con cursos en IPAE.
Edad: 41 años
Cargo: Gerenta general de Costanor Betty

LA EMPRESA
Costanor Betty
Distribuidor de abarrotes líder en Huaycán. Beatriz lo forjó a partir de una bodega que abrió en la choza de su hermano el 85, con S/.500 de inversión.

Crecimiento
Hoy, dueña de la marca de conservas de pescado La Nuestra, produce y comercializa alimentos multinutritivos en toda la capital. Prevé facturar S/.2 millones.

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