12 de septiembre de 2015

El mejor consejo que jamás oí

Serie: Relatos cortos (7/10)
Por Angel Manero

El mejor consejo que jamás oí

Tu tía solía regalarte unas viejas revistas “selecciones del Readers Digest” gracias a ellas, desde la paz de la campiña cañetana, recibías el mundo a través de la lectura.  En aquella revista había una sección “El mejor consejo que jamás oí ” donde se relataban historias de personas que habían recibido, sin buscarlo o esperarlo, lecciones trascendentales para su vida.

En 1,998 te encontrabas estudiando, gracias a una beca, una especialidad vinculada a los Agronegocios en la Universidad San Ignacio de Loyola. Estudios que complementaban tu formación previa en la Universidad Nacional de Ingeniería. Te era imposible estar lejos del agro, por más que te hayan dicho que no se ganaba plata en la agricultura; leer una noticia sobre el campo, ver un frutero en la calle o cualquier alimento fresco te hacia evocar tus tiempos de “La Huerta” familiar y te llamaba la vocación agraria como te llamaría el afecto impostergable de la mujer amada.

Para mantener tu beca en la universidad, debías de mantener el primer puesto en toda la facultad y eso era perfectamente posible. Llegó el momento de hacer prácticas pre-profesionales y la universidad te envió a La Libertad, al proyecto CHAVIMOCHIC, a una plantación de espárragos. Viajaste con tus pergaminos de estudiante destacado y cuando llegaste al centro de producción, encontraste que estaba en medio del arenal, no había árbol alguno que dé sombra y en el borde del predio había unas montañas de guano que estaban en tratamiento con millones de moscas morando alrededor. Llegaste a la hora del almuerzo y la proveedora repartía sus tapers de plástico con comida fermenta por el sol; apenas se abría un taper las moscas llegaban por miles.

La impresión que tuviste al llegar fue bastante mala. Estabas enfadado con la universidad ¿cómo era posible que a sus mejores cuadros les den estas plazas de prácticas? ¿cómo se puede trabajar en este ambiente que era lo opuesto a tu hermosa y agradable campiña cañetana?  Decidiste retirarte de allí y regresar a Lima; y mientras esperabas que un camión descargue su mercancía para que te dé un aventón hasta Trujillo; compartiste tu molestia con el chofer del mismo, quien sin decirte está bien o está mal te relató una historia “Mi hijo se fue a trabajar a una empresa minera en Cerro de Pasco como aprendiz de mecánica. Al llegar a la empresa encontró que el taller de maestranza era muy desordenado y medio abandonado, la altura y el frío eran insoportables, además el ambiente de trabajo no era bueno. Mi hijo me llamó y me dijo: Papá me quiero regresar. Entonces le dije que siempre lo iba a respaldar en sus decisiones, pero piénsalo bien antes de irte, dado que en las empresas con problemas aprendes más que en cualquier otro lado”.

No sabes en qué quedó la historia del hijo del chofer del camión. Pero el hecho es que te dejó dudando ¿y si aquí aprendería mucho? ¿y si esto es parte de un camino que hay que recorrer para llegar después a mejores destinos?

Te quedaste, y prácticamente te convertiste en administrador del fundo. A los pocos días de tu llegada, hubo una huelga de personal. Los cerca de 100 cosechadores querían que se les aumente el jornal diario y disminuya el tareo de trabajo. Algo que elevaba en cerca del 30% el costo de cosecha, lo cual era imposible de asumir dado que el espárrago blanco estaba con bajos precios -menos de USD 0.75 por kilogramo promedio en chacra- qué hacer frente a esta crisis de personal. Trataron de negociar y no se pudo, es difícil negociar cuando estás en plena cosecha. Traer gente de otro lado era casi imposible dado que no había personal disponible en la zona. Entonces hicieron lo impensable; trajeron personal desde Chincha donde había acabado la campaña de cosecha, estos cosechadores cobraban un poco más pero tenían un rendimiento mucho mayor; y para dormir les armaron un campamento al pie del fundo. La crisis laboral a fin de cuentas los llevó a bajar los costos de cosecha y les dio un status de celebridad en la zona.

Poco a poco fueron mejorando las condiciones, cambiaron al proveedor de almuerzos, construyeron un comedor anti moscas (funcionó parcialmente pero ayudó bastante) implementaste reportes de cosecha en Excel, lo que permitió llevar un sistema de costeo diario. En resumen, el aprendizaje fue importante, con creces valió la pena quedarse y todo gracias a una persona que sin decírtelo, te dio quizás, el mejor consejo que jamás oíste.

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