Serie: Relatos cortos (9/10)
Por Angel Manero
TU ENVIDIA SECRETA
Victoria Santa Cruz, hermana de Nicomedes, en su homenaje a la Marinera Limeña decía “la danza es orgánica, sentida, brota del
alma del ser… es eso que no se remeda, que no se cuenta 1,2,3”. No podrías estar
en desacuerdo con Victoria, pero tu caso debe ser algo excepcional, eres
aficionado a escuchar todo tipo de música, recuerdas incontables composiciones,
reconoces la melodía apenas empieza una canción; pero el bailar, es un verbo muy ajeno a ti.
Tal vez, se te pasó escuchar una fábula o existe una hoja perdida de la biblia que diga que Dios creó al hombre y dispuso que a cada persona se le
asigne un don, una sola habilidad, y los demás dones los debía adquirir con mucho esfuerzo. El don del baile no te fue entregado y para confirmarlo te bastará recordar
aquella fiesta tradicional del “Santiago” en Junín cuando el
maestro de ceremonia mencionó que bailabas rock de los 80s, o aquella vez donde te
dijeron que bailas como un árbol.
Para ti, que presumes de ser cañetano donde vas, es una carga
haber nacido en la capital nacional del arte negro, cuando se trata de bailar
un festejo. Desconoces los motivos de tu incompetencia en esta materia, quizás te
faltó practicar de joven.
Cómo olvidar tu primera fiesta oficial, el año nuevo de
1993, saliste a bailar y de pronto todos en la pista de baile se movían de un
lado para otro, casi en simultáneo hacían coreografías. Te pareció
que había una cámara oculta filmado una broma, acaso tus amigos te habían preparado
una "emboscada". Lo bueno de ti fue que sin importar la coreografía grupal, seguiste
bailando a tu modo. Después te enteraste que aquella canción era el famoso “meneíto”.
Ismael Rivera, tenía una divertida canción “Yo no
soy médico, ni abogado, ni tampoco ingeniero, pero tengo un swing, que muchos
quisieran tener… yo casi no sé escribir, yo casi no sé ni leer, pero tengo un
swing…” y no es que los
profesionales no sepan bailar, pero sospechas que de todos ellos, los ingenieros
son los menos cadenciosos en cuanto a ritmos populares.
Al parecer, a absolutamente todas las mujeres les gusta
bailar y no hay forma de escaparse de la pista de baile, como tampoco la había en
la infancia, cuando las tías te obligaban a bailar con las niñas en las matinés.
De los siete pecados capitales (lujuria, ira, orgullo, codicia,
pereza, gula y envidia) quizás del último
no te escapas, porque debes reconocer que secretamente, y a tu modo, envidias a esos
“malditos” bailarines de cada fiesta.
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