“A fructibus cognoscitur arbor” - por los frutos conocerás al árbol - solía decir un sacerdote y profesor de religión en la escuela secundaria, cada vez que quería reprendernos y conminarnos a ser conscientes de nuestras obras o acciones. Donde el “hacer” es producto del “ser” y por lo tanto nuestros actos se constituyen en nuestro refractómetro natural de integridad.
En esta oportunidad quiero referirme literalmente a esa frase para llamar la atención de un tema importante en la industria del mango: la sanidad de la fruta. Cada año pareciera que aumentan los problemas de índole sanitario en los envíos de esta fruta en particular al mercado Europeo, como si guardaran una correlación directa al cierto abandono que existen en varios campos de mango, principalmente de pequeños productores.
Los pequeños agricultores vienen siendo continuamente afectados por los bajos precios del mango, que por lo general son causados por la sobreoferta y en consecuencia van dándole el mínimo cuidado a las plantaciones, las cuales mal nutridas y sin auxilios preventivos van produciendo una fruta cada vez más sensible a enfermedades.
Cuando hay sobreproducción y durante varias semanas, la fruta debe esperar dos o tres días para llegar al "túnel de frio" de la planta de empaque, aumentándose el riesgo de contaminación cruzada de los lotes en todo el proceso, tanto por el tiempo de espera como por el efecto del calor en el crecimiento de la población microbiana.
Esto último me hace recordar que en las prácticas de laboratorio de la universidad para poder contar las UFC (unidad formadora de colonia) de los microbios, un atajo para acelerar el proceso de crecimiento de la masa microbiana y hacerlas visibles en pocos días, era colocar las "placas petri" en la estufa a 37 grados centigrados. Estufas que ahora parecen ser reemplazadas a escala industrial por el calor del norte sumado al propio calor interno de la fruta.
Adicionalmente en destino, los almacenes o “warehouses” se ven atiborrados de fruta de diferentes proveedores que no se vende por lo saturado del mercado, aumentándose los riesgos de contaminación. También, al demorarse más el despacho a punto de venta se hace manifiesto el problema (manchas negras, pudrición del pedúnculo etc.) en las manos del recibidor y por lo tanto esta fruta se desecha sin venderse.
Cuando la fruta llega a un mercado desabastecido, se vende rápidamente en estado verde y muy firme, en consecuencia el efecto de posibles manchas o pudriciones se manifiesta recién en la góndola de la tienda o casa del consumidor final, lo cual es más perjudicial aun para el futuro de la industria.
La industria del mango no debe permitir que se sigan abandonando los campos, porque la industria de procesamiento de mango no apto para su exportación en fresco (congelado y deshidratado) aún no podría absorber ni la tercera parte de la producción de pequeños agricultores, producción que debe llegar a unas 100 mil TM provenientes de 10,000 Has (unidades agrícolas menores a 5 Has) cuyas plantaciones estarán allí por lo menos treinta años más.
Aquí tenemos una “falla del mercado” donde existe un bien “no rival” y “no excluible” y por lo tanto “bien público” como es la “sanidad agrícola” y en consecuencia el estado debe velar por su correcto uso. También está el aspecto de que un campo abandonado genera una externalidad negativa a un campo vecino bien atendido. Aquí al estado le compete un rol de sancionar al emisor de externalidades negativas e infraccionar su efecto, pero en términos prácticos y justos poco se puede hacer si este pequeño agricultor se encuentra en la primera línea de la “pirámide de necesidades” es decir si vive en la pobreza.
Sin duda se requiere un esfuerzo público – privado para solucionar la problemática del mango y allí debe intervenir el rol subsidiario del estado. Pero también la industria tiene espacios para consolidarse más.
Los privados individualmente no tienen muchos incentivos para atacar el problema de raíz dado que hay una enorme dispersión en la oferta (el primer exportador solo representa el 10% de la oferta peruana) entonces no hay empresas lo suficientemente consolidadas en cuanto a impacto y desarrollo territorial como para echarse al hombro este problema y solucionarlo a su cuenta. De otro lado la coordinación entre empresas también es muy difícil dado que son muchas (más de 130) y también gran parte de ellas se encuentran muy descapitalizadas.
El problema del mango y los pequeños agricultores es un tema que puede generar muchos conflictos sociales a futuro y es mejor empezar a solucionarlo hoy. El estado va a tener que aportar mejor regulación y recursos y como sector privado tenemos que hacer más extensión agrícola, mejor coordinación y promover más investigación.
Este es uno de los retos que tenemos en la industria y por el bien de Piura, Lambayeque y del país hay que ocuparnos mejor del árbol y no solamente del fruto.
Piura, 15 de abril del 2011
Angel Manero Campos
Columnista - Agraria.pe
Agencia Agraria de Noticias
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