Carlos E. Paredes
1. La proliferación y el abuso de los subsidios en los años 70 y 80 llevó a que el término adquiriese una connotación casi ofensiva entre los responsables de la política económica en el Perú. En efecto, los mal denominados neoliberales de los 90 estigmatizaron a los subsidios y estos quedaron desterrados de las políticas públicas en nuestro país.
2. Fue recién con la creación del programa Juntos en 2005 que el concepto de subsidio pudo salir del clóset y volver a ser considerado como un instrumento potencialmente importante de política económica. Tanto así que hoy el gobierno del presidente Humala se prepara a implementar iniciativas como Pensión 65 y Cuna Más. Estos programas sociales constituyen subsidios y en la medida que estén focalizados, y el costo de administración de los mismos sea eficiente, pueden contribuir a la equidad y la paz social.
3. La efectividad, el éxito y la sostenibilidad de los subsidios sociales dependerá de que estos sean correctamente focalizados, con grupos de beneficiarios claramente delimitados en el espacio y en el tiempo (¡que los beneficiarios se gradúen!). Además, se requiere que cuenten con sistemas de monitoreo y evaluación que permitan perfeccionarlos y/o corregir tempranamente los problemas que se presenten. Sin embargo, hay que ir con cuidado; cuando se regala dinero, todo el mundo se pone en la cola.
4. Y a propósito de subsidios, regalos y colas, tenemos que referirnos a la reciente discusión sobre el drawback. En la actualidad, el drawback es el subsidio más grande y más longevo que tenemos. Así es; a pesar de que algunos exportadores beneficiarios del drawback se han ocupado de negar la naturaleza de subsidio del mismo, a las cosas hay que llamarlas por su nombre: el drawback no constituye una restitución de derechos arancelarios, se trata de un subsidio mayúsculo. En efecto, los desembolsos fiscales por este concepto son significativamente mayores que los derechos de importación pagados por los insumos foráneos contenidos en las exportaciones beneficiadas por este régimen. No se trata de una devolución de aranceles, sino de un subsidio - un subsidio importante-, bastante más grande que la asignación presupuestal del 2012 para Pensión 65 o Cuna Más.
5. Y pese a esta realidad, a pesar del delicado balance que tiene que lograr el gobierno entre inclusión social, disciplina fiscal y promoción de la inversión privada, connotados líderes empresariales están proponiendo que se incremente la tasa de este subsidio en 60% (de 5 a 8% del valor exportado). ¡El Certex a la vuelta de la esquina! El drawback, como cualquier otro subsidio, debe focalizarse y no otorgarse indiscriminadamente, como en la actualidad. Hoy, este subsidio lo reciben las empresas grandes y las pequeñas, los productos de exportación reciente como los que venimos exportando hace más de 30 años, los bienes con alto valor agregado y los que casi no lo tienen, los sectores con precios de exportación deprimidos como aquellos que están gozando de los mejores precios de su historia. ¡Everybody! ¡Tutti li mundi!
6. Claramente, el drawback requiere modernizarse, reorientándolo a la promoción de nuevas exportaciones y aquellas con mayor valor agregado. El no entender que los subsidios deben ser focalizados y, en la mayor parte de los casos, deben ser temporales (tal como le exigimos a los subsidios sociales), es no entender la naturaleza del instrumento. Plantear subir la tasa del drawback al 8% carece de sentido no solo económico, sino político. ¡Por favor, sálganse de la cola, que no alcanza ni para los indigentes!
(*)Director de Intelfin y Profesor de Economía de la USMP
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