(GESTIÓN). Últimamente, el presidente Humala ha renovado su vocación de contar con un Estado empresario fuerte. Manifiesta que el Estado debe involucrarse activamente en los negocios de los recursos naturales, pese a que declara, simultáneamente, que la crisis externa y la especulación hacen muy riesgosos esos negocios.
Más aún, Humala sostiene que el Estado debe impulsar la industrialización para no tener que importar autos, armas, sistemas de audio y otros bienes. Lo peor es que manifiesta que, como el mercado no va a hacerlo, el Estado lo tendrá que resolver.
Parece una broma de mal gusto enterarse de esas ideas absurdas, pero viniendo del presidente Humala son motivo de alarma.
Su intención estatista es notoria en el sector hidrocarburos, pues pretende que Petroperú participe en la empresa que desarrollaría el proyecto petroquímico en el sur del país, el más importante de nuestro país. Así, Humala intenta enfrentar a las transnacionales que, según él, nos someten a favor de sus intereses particulares. Está confundido en cómo cumplir el rol de facilitador del Estado en esos grandes proyectos, donde no es necesario ser socio para ser efectivo.
Hay un claro propósito de integrar verticalmente a Petroperú, asumiendo actividades de riesgo en la exploración de hidrocarburos, y en negocios conexos como petroquímica, transporte de gas natural y comercialización de GLP. ¿Para qué sustraer recursos del Estado, que solventamos con la tuya y con la mía, que deben ser destinados a los urgentes temas sociales?
Se está diluyendo la misión principal de Petroperú: la de regular, en libre competencia, los precios de los derivados del petróleo, al contar el Perú con solo dos refinerías importantes, La Pampilla y Talara. Para ello, Petroperú debe concentrarse en ser el más eficiente refinador y, en tal designio, plasmar la ya retardada modernización de la Refinería de Talara, cuya enorme inversión (más de US$1,600 mlls.) exige su dedicación.
Al inicio de su gobierno, Humala refirió que se miró en el espejo y no creía que a quien veía era presidente del Perú. Cierto, una mitad de los peruanos tampoco lo creíamos dados sus antecedentes e inexperiencia. Humala habla poco, pero cuando lo hace afecta negativamente las expectativas económicas de mediano plazo. ¿Tan difícil es gobernar con sensatez?
Por Ricardo Valcárcel
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