De la energía interna y entropía de los OVM
Imperial es un distrito pequeño en medio de la provincia de Cañete. Hasta hace unos quince años albergaba en el centro urbano a una importante feria dominical donde cuadras enteras se especializaban por productos: verduras y tubérculos, frutas, abarrotes, carnes, enseres etc. En los límites del casco urbano se estacionaban los camiones provenientes de diversas partes del valle y de otras provincias que atendían los requerimientos de aproximadamente 30 mil familias del mismo distrito y de distritos aledaños como Nuevo Imperial, Quilmaná y Lunahuaná.
Imperial era conocida como la capital comercial del sur o terrapuerto comercial hasta que el municipio decidió eliminar la feria dominical (molestaba a los vecinos residentes en esas calles) y ha motivado la formación de dos ferias más pequeñas en las afueras de la ciudad. Una de ellas con infraestructura más apropiada, sin embargo muy pequeña como para reemplazar a la feria antigua y la otra también pequeña y mucho más desorganizada al otro extremo del pueblo.
En la práctica casi ha desaparecido la gran feria que conocimos de niños, feria que era de concurrencia social pues todos confluían allí, los abuelos se ponían el mejor traje para las compras domingueras y existían los grandes personajes que se especializaban en un producto. Una de ellas era una mujer negra de gran altura que vendía “pan con adobo” a la par de unos pregones muy divertidos.
De esa época me ha quedado la costumbre de comprar frutas. Una vez a la semana voy al supermercado a comprar frutas, no voy a esas tiendas especializadas en frutas pues me parecen demasiado caras.
Hoy en día compramos las frutas sin saber a ciencia cierta los residuos de agroquímicos que contienen. Ni sé si nuestra legislación contempla los LMR (Limites Máximo de Residuos permitidos) supongo que si no lo tenemos regulado se adoptan los de la FAO/OMS/CODEX, a fin de cuentas, nadie los supervisa aquí.
Sin embargo, en lo personal prefiero someterme al riesgo de los residuos (que en algún momento serán mejor controlados) que a la posibilidad futura de tener que comprar frutas genéticamente modificadas (OVM) y por supuesto que en veinte años me gustaría que toda la oferta de alimentos del Perú sea completamente orgánica. Esto último con la premisa que puede existir una agricultura orgánica altamente eficiente y de buen rendimiento.
Los doctores Grobman, De Stefano, Gutiérrez-Correa y Mayer afirmarán que el agua y el suelo van a ser una limitante para suplir la demanda mundial de alimentos y que necesitamos los transgénicos para obtener nuestra seguridad alimentaria y de paso ayudar al mundo a evitar la escasez de alimentos. Hacen una extrapolación del crecimiento poblacional y la curva de producción de alimentos para sentenciar que urge aumentar la productividad y hacer eficiente el uso de recursos naturales.
En primer lugar considero que la mayor parte de países del mundo adoptarán los transgénicos y solo algunos de ellos quedarán fuera. Entonces si el resto del mundo tiene el 99.8% de las tierras agrícolas, es más lógico pensar que a ellos les corresponderá resolver el problema del abastecimiento mundial. Además nuestras tres millones de hectáreas bajo riego que hoy tenemos pueden tener capacidad para alimentar hasta 90 millones de personas (Una hectárea debe alimentar a por lo menos 30 personas).
Nuestra oferta agropecuaria se irá amoldando al mercado que mejor propuesta de valor le ofrezca. Cuando el maíz mejore su precio internacional entonces aquí se sembrará más maíz; lo mismo aplica al trigo, aceites o cualquier producto agropecuario que importamos. Vuelvo a decir la frase que ya parece trillada pero no necesariamente asimilada: “importemos lo barato y produzcamos lo caro”.
En segundo lugar el hambre no necesariamente se resuelve con más trigo, soja o maíz es más sensato pensar en fibras, carbohidratos, aceites y proteínas. En ese sentido las posibilidades son muchas y las soluciones serán complementarias por ejemplo la acuicultura alimentada con algas de gran crecimiento, la biotecnología que permita convertir -utilizando bioreactores- cualquier residuo vegetal en un carbohidrato, lípido o proteína que puedan ser digeribles y asimilables por el organismo. Las posibilidades son enormes si dejamos de pensar sólo en transgénicos.
Adicionalmente, si las posibilidades de la tecnología OVM son infinitas como afirman. En veinte años existirá hidroponía con agua de mar y plantas que sinteticen todos sus nutrientes solo con fotosíntesis. Aunque me queda la duda si este reto es una valla muy alta para los científicos.
Considero que el Perú debe seguir el modelo de Nueva Zelanda y permanecer libre de transgénicos en cuanto a su producción local. Atendamos a los futuros segmentos del mercado que se abrirán para los productos libres de OVM y al mismo tiempo vayamos perfeccionando la agricultura orgánica para un mejor uso del control biológico, de los fertilizantes orgánicos y de mejores semillas.
Por lo pronto tenemos asegurados los próximos veinte años con nuestra, cada vez más competitiva, oferta agroexportadora libre de OVM. Después del año 2,030 tendremos un segmento de mercado para los productos orgánicos mucho más grande del que existe actualmente.
No obstante es posible considerar permitir los transgénicos en el desarrollo de semillas para productos orientados a la industria no alimenticia como la forestal, textil, los biocombustibles, las medicinas etc. Esa es una propuesta que salió en el Grupo Agronegocios (Alfredo Menacho) y que valdría la pena evaluarla. En lo personal preferiría un país completamente libre de producción transgénica, sin embargo creo que se hace necesaria esta concesión.
Nuestro medio rural necesita una propuesta más acorde con nuestra historia y cultura, un sector agropecuario que priorice el estilo de vida y con ello el desarrollo de mercados locales y regionales potenciando lo que hoy tenemos. Tenemos la papa, el camote, la yuca, los granos andinos como enorme fuente de carbohidratos. Nuestros aceites pueden provenir fácilmente de la palma aceitera. Perfectamente el Perú puede ser autoabastecido de alimentos localmente.
Obliguemos al etiquetado de los alimentos OVM y vamos a ir obteniendo la mejor herramienta de diferenciación y ganancia de valor para nuestro agro y sin invertir casi nada. Imaginemos si a eso le sumamos mejores semillas -libres de virus-, disponibilidad y eficiencia del riego, bioabonos de alta eficiencia, control biológico en toda la cuenca, mejor infraestructura de caminos y carreteras, centros de acopio y mercados de abastos.
Esto no es un paso atrás o pensar de manera romántica en la “energía interna” del producto como suele comentar nuestro amigo Jorge Mayer Ph.D. Esto se relaciona más con algo que decía nuestro querido y ya ausente profesor Teófilo Aliaga Ph.D: disminuir la entropía de la sociedad.
Podemos empezar a ponderar el consumo por consumismo, los fast food, la obsolescencia por moda; y en cambio ir promoviendo las cosas buenas que vamos dejando de lado como la feria dominguera y los mercados regionales mejor articulados. Todo esto no por romanticismo sino para conseguir una agricultura más natural, autosostenible y mucho más rentable.
Lima, 27 de Julio del 2011
Angel Manero Campos
Columnista Agraria.pe
Agencia Agraria de Noticias
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Colocar su Nombre y Apellido al final del comentario.