INFORME. EL ALZA DE PRECIOS DE LOS ALIMENTOS
Por: Marcela Mendoza Riofrío
Jueves 14 de Julio del 2011
El Comercio
No. Yo no hacía el mercado en los ochenta, cuando el inti se devaluaba tan rápido como la espuma de una gaseosa, ni tuve que hacer cola para recoger mi saco de arroz. Lo más que recuerdo es que, de una semana a otra, los cientos de moneditas que atesorábamos en la tetera de barro, arriba de la chimenea, me alcanzaban para menos chupetines del quiosco hasta un día en que, con una amplia sonrisa, me regresaron la enorme y bulliciosa bolsa que llevaba y dulcemente me invitaron a guardarla de recuerdo, porque, muy a mi pesar, no alcanzaba ni para un chicle.
Ya para cuando estaba en la universidad, más de un profesor me repitió que la inflación era el aumento general y continuo de los precios y que eso había desaparecido. Como ejemplo, pensaba yo, estaba el simbólico sol que costaba –y sigue costando– el pasaje en microbus y el valor del menú de la cafetería, que estaba congelado en S/.6. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, encargada ya de menesteres como ir al mercado (o supermercado) por provisiones alimenticias he descubierto que las cifras oficiales, si bien son reales, no se adecúan del todo al día a día y sí, la misma cantidad de plata, cada vez alcanza para menos.
El teorema antes afirmado podría estar simplemente respaldado por el hecho de que, manteniendo la misma lista de compras de hace algunos años, ya no se gastan los S/.150 por semana sino S/.260. Sin embargo, esto se explica más por las estrategias de ofertas de las cadenas de supermercados que por la inflación misma. ¿Cómo es esto posible? Simple: la tienda atrae al cliente con una oferta –tres por dos en botellas de aceite– pero mantiene la leche en una tarifa más alta de lo acostumbrado. Entonces, al final, una compra más aceite del necesario, paga de más por la leche, se anima por unas galletas importadas… y la cuenta es hasta 30% más alta de lo esperado.
Pero eso no pasa en el mercado, en donde ni la verdulera ni el carnicero entran al juego de las ofertas de impacto, el uno gratis ni nada por el estilo. Y tampoco pasa si acudimos al supermercado con mentalidad austera, dispuestas a comprar solo lo estrictamente necesario, porque igual se termina gastando más que antes.
MÁS DEL 0,15%
A pocos pasos de la puerta del mercado, o supermercado, los titulares de las noticias indican que la inflación de junio fue de 0,10% y la de mayo 0,15%. Si nos centramos en el rubro alimentos, vemos que estos descendieron 0,10% en mayo. Eso quiere decir que, en teoría, la frutera me debió vender una papaya a S/.3,4965 ese mes y no a los S/.3,50 que costaba esa fruta en abril. Sin embargo, a menos que uno se vaya hasta La Parada o el Mercado Central de Frutas, una sola papaya chica me sigue costando más de S/.3,50, lo cual es un precio mucho mayor al que pagaba hace cuatro, seis u ocho años.
Si pensamos en una ecuación más simple, el almuerzo o desayuno de un día, las diferencias son palpables. Para empezar, recuerdo que, a finales del siglo pasado, la lata de leche evaporada costaba exactamente igual que en el 2005: S/.2 como máximo. Hoy en la bodega de la esquina no baja de S/.2,50 y hay que tener suerte para encontrarla a S/.2,39. Claro, los fabricantes de dicha marca han creado una línea más económica, la cual bordea los S/.2,20… pero el producto que quiero nunca llega a ese precio. Es más, la leche light fresca y en caja ha pasado, en menos de un año, de S/.2,59 a S/.2,89 en oferta, porque sin puntos o gracias por el estilo la venden en S/.3,15.
Si nos mantenemos en el ejemplo del desayuno para cuatro personas, sumando el pan (S/.1,50 en vez de S/.1,20) la mantequilla (S/.1,30 en vez de S/.1,0) el jugo de papaya y plátano (S/. 5,20 en vez de S/.3,20), el azúcar (S/.2,80 en vez de S/.2,15) y la leche (S/.2,89 en vez de S/.2,29) resulta que gastamos en total S/.13,6 en vez de S/.9,8 invertidos el año pasado.
Pero, antes de concluir nada, pasemos al almuerzo. Hace un año, los cinco kilos de arroz los conseguía en el supermercado a S/.10,90. Hoy tengo que esperar varias lunas para conseguir, como máximo, la oferta de S/.11,90, por lo que suelo conformarme con S/.13,99 en la misma marca. El pollo es el que nos está haciendo sufrir los últimos días, porque ya no lo consigo (pesado y sin menudencia) a S/.11,90 sino que bordea los S/.13,20. Si sumamos las verduras y la fruta, para el postre, tranquilamente se gasta S/.28, cuando el 2010 gastaba S/.22 en el mismo menú.
¿Y los S/.20 de Mauricio Fernandini? He de confesar que la primera vez que vi su programa pensé que estaba frente a un mesías que me sacaría del angustiante apuro diario, pero, al poco tiempo descubrí que ni en el mercado del barrio, ni en el supermercado ubicado a menos de 20 minutos, puedo comprar al precio de sus cocineros y mi asistente doméstica estrella no sabe las recetas, por lo que, como muchas, me he conformado con tratar de estirar como chicle esos mismos S/.22 que gastaba antes en un nuevo menú, menos decente que su predecesor, claro está.
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