29 de julio de 2011

Modelando la Banca de Fomento Agropecuaria

Ángel Manero Campos
Revista AGROENFOQUE

El análisis que vamos a hacer más adelante, tiene validez si asumimos que el agro es una actividad económica que genera valor, es decir que por lo general los ingresos son mayores que los costos. Afortunadamente los mercados agrícolas están y seguirán mejorando los precios para el campo, la demanda nacional y mundial de alimentos crecen más allá de lo que crece nuestra frontera agrícola y productividad, lo cual nos permite tener un horizonte de precios positivos para el agro.

Desde el punto de vista de diseño de nuestro actual AGROBANCO, quizás su mayor debilidad es que está orientado solo a un sector de la economía (agropecuario) que de por sí es riesgoso y dentro de ese sector, al segmento más riesgoso (pequeños y medianos productores agropecuarios).

Actualmente AGROBANCO coloca USD 50 millones anuales en créditos directos. Esto es aproximadamente el 4% de todas las colocaciones del sector financiero en el agro y que alcanzó USD 1,280 millones en el 2010 (10% más con respecto al 2009).

No obstante el 67% de los créditos agrícolas son realizados por la banca comercial lo cual es un indicador de que la mayor parte del crédito está orientado a la gran empresa y al sector agroexportador. El 23% restante es realizado por las cajas municipales y rurales, estos créditos se orientan por lo general a la pequeña y mediana agricultura costera o mejor vinculada con actividades urbanas en el resto del país.

¿Cuál es la necesidad de financiamiento en el sector agrícola?. Esto es muy complejo de definirlo y pasaría por determinar cuál es el nivel óptimo de financiamiento y qué condiciones son consideradas apropiadas. Una aproximación es considerar que de nuestras dos millones de unidades productivas, el 50% requiere financiamiento de campaña y son de propiedad de pequeños agricultores (menos de 10 Has) entonces los requerimientos pueden llegar en promedio a USD 2,000 por agricultor/año. Según lo anterior podemos estimar que la pequeña agricultura necesita de USD 2,000 millones, de los cuales USD 400 millones ya son atendidos por el sector microfinanciero y AGROBANCO (20% de penetración).

Si por inercia del mercado las colocaciones del sector financiero crecen 10% cada año, vamos a necesitar casi 20 años para llegar a una cobertura del 50% de los predios agrícolas del país. De otro lado el hecho de que el crédito llegue no necesariamente es un indicador de que llegue en óptimas condiciones. En un mercado claramente incompleto el crédito puede llegar demasiado racionado y costoso, peor aún con una superintendencia de banca (SBS) bastante eficiente para “enfriar” las colocaciones agropecuarias.

Hoy en día existe consenso en que el modelo de banco de fomento para el agro debe ser un modelo más integral, es decir una banca rural que pueda financiar a diferentes actividades económicas en el campo (agropecuario, comercio, construcción, servicios, vivienda etc). Adicionalmente estos bancos deben desarrollar diversos servicios para diluir costos (remesas, cambio de moneda, cobro de servicios, venta de seguros, pago de haberes etc). Estos elementos llevan a que la banca rural sea rentable y por lo tanto sostenible.

Una alternativa interesante sería fusionar el Banco de la Nación y AGROBANCO para entrar de forma más agresiva y contundente a financiar al sector rural, teniendo a COFIDE como su fondeador de segundo piso (El banco de la esperanza que fue una propuesta en la última campaña electoral). No obstante existen grandes riesgos al pensar en El Estado como gran financista del sector rural; pues esto podría convertirse, como sucedió antes en el Perú y en otros países, en una herramienta política y de promoción gubernamental que acaba por destruir el patrimonio del banco y en promover una cultura del no pago y riesgo moral.

Hoy en día existe una gran oportunidad para utilizar a las microfinancieras y sean éstas quienes, con costos de transacción más bajos y con menores riesgos, puedan llegar de mejor forma al sector rural. En primer lugar debemos lidiar con el riesgo, debemos extraer un poco de riesgo a la actividad agropecuaria y esto se consigue con una combinación de seguros contra riegos climáticos, por afectación a la producción y seguro de vida para el productor. Esto ayudará a disminuir las tasas de interés en uno o dos puntos porcentuales y motivará mayor competencia en el sector. Estos seguros pueden ser subsidiados hasta en un 50%. Aquí se puede utilizar el FOGASA.

Lo segundo es pensar en un fondo de garantía indexado al seguro. Es decir todo aquel que tome el seguro climático y comercial tendrá acceso a una cobertura de 50% de su crédito. Esto para ayudar a bajar las tasas. Aquí se puede utilizar el fondo AGROPERU.

Tercero, podemos pensar en ayudar a disminuir los costos de transacción (supervisión del crédito, gastos notariales, movilidad etc). Podemos pensar en subsidiar con USD 100 dólares a cada crédito entregado a un pequeño agricultor. Estos montos también pueden ser destinados a fomentar el micro-micro-crédito es decir grupos organizados de personas que forman su propia bolsa financiera y van prestándose la plata entre ellos. Para esto basta un acuerdo de directorio de AGROBANCO.

Cuarto, indexar el crédito a un bono de asistencia técnica y capacitación, donde la agencia agraria destina un profesional acreditado para que ayude al agricultor a obtener buenos resultados.

Todas estas herramientas pueden actuar individual o complementariamente en ayudar a mejorar la profundidad de crédito agrícola, es decir que llegue a un mayor número de agricultores, que sea oportuno, asistido, supervisado y a un costo financiero que pueda oscilar entre 12% y 15% efectivo anual.

Adicionalmente al crédito, los pequeños agricultores deben poder ser capitalizados para disminuir su riesgo crediticio. Allí son importantes programas como AGROIDEAS que ayudan a dotar a los agricultores de semillas y plantones, además de infraestructura básica y mejor gestión.

Al final puede quedar descubierto el sector más pobre del agro, el de subsistencia, el cual requiere de otro tipo de medidas de emergencia y que caen en el ámbito de lo que debe hacer el programa AGRORURAL.

Lo importante es potenciar a la banca privada dándole incentivos para que ingrese al negocio financiero rural y se promueva la competencia con programas que pueden estar vigentes 10 años para que posteriormente el sector privado se desarrolle por sí solo. Si logramos esto lo que queda pendiente será el desarrollo de infraestructura: caminos, carreteras, agua y mercados de abastos.

Es compleja la tarea del desarrollo rural, pero no podemos echarnos a esperar a que el mercado asigne los recursos necesarios en el campo, puesto que esta situación acabaría por consolidar la propiedad en pocas manos y en tener un sector rural con mayor desigualdad y riesgos para la gobernabilidad del país.

1 comentario:

  1. Excelente mirada al tema del microcréditos agrícolas, sin embargo puede ayudarnos a definir las pautas indicadas en este artículo algunas experiencias que se han dado, como por ejemplo:

    PFE de COFIDE, que pasó? por qué COFIDE lo ha dado de baja de sus Programas de financiamiento?. Acá considero que hay una rica experiencia a capitalizar.

    Respecto a los seguros agrícolas, también valdría la pena ver la experiencia de la POSITIVA en el seguro agrícola para el cultivo del Algodón en PISCO que se ha estado promocionando a nivel piloto durante 02 campañas. Puede brindar una posibilidad de controlar el riesgo.

    Caso de algunas empresas que para generar oferta, organizan pequeños agricultores de algodón-maíz, con asesoría, contratos de habilitación, y contratos de compra de la cosecha como es el caso de Desmotadora INCA SAC en Cañete, Chincha y Pisco.

    Oscar Delgado Gamarra
    989065895 odelgado@disaperu.com

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