(EL COMERCIO) Tras atravesar el Cusco serrano, Machu Picchu y Quillabamba, el río sagrado de los incas se constriñe y acelera peligrosamente en el pongo de Mainique. Tras ese desafío geográfico, nada puede ser lo mismo. Y entonces el territorio que recorre el torrente cambia de nombre: del poblado y activo Alto Urubamba se ingresa a la densa y enigmática selva del Bajo Urubamba. Allí, entre parques y santuarios nacionales y reservas territoriales machiguengas, yines, asháninkas y de otras culturas, opera desde hace 11 años el Consorcio Camisea, liderado por la argentina Pluspetrol.
Allí explotan gas natural de los lotes 88 y 56, un negocio que deja al país uno de sus principales ingresos por regalías. En lo que va del año, son US$1.200 millones. La mitad de eso irá como canon al Cusco, y el 20% de ese canon -es decir, unos US$120 millones- será destinado a Echarate, uno de los distritos más ricos del país pero, irónicamente, uno de los que ostenta peor calidad de vida, según el índice del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Con poblaciones deprimidas y casi nula presencia del Estado, la empresa cobra especial importancia al respecto. Al principio, Camisea desarrolló programas de responsabilidad social más bien paternalistas y poco sostenibles, “pero en los últimos tres años vamos mejorando, con fomento de actividades económicas y de empoderamiento de la población en la mejora de su salud”, comentó el gerente de Medio Ambiente y Relaciones Comunitarias de Pluspetrol-Camisea, Nelson Soto, tras recibir el último miércoles el premio Desarrollo Sostenible 2011, otorgado por la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE).
SON 17 PUNTOS MENOS
El premio corresponde al programa Ananeki Kameti (Creciendo Sanos y Felices), que ha conseguido mejorar la alimentación de 2.500 personas, entre niños y madres, en siete comunidades nativas del Bajo Urubamba.
El logro de Ananeki Kameti, que empezó a aplicarse el 2008, se puede medir por la reducción de la desnutrición crónica infantil: de 41,9% a 24,5%. El programa fue desarrollado por la Universidad Cayetano Heredia y el seguimiento está a cargo de la ONG Prisma.
El método es simple: capacitar y acompañar por un tiempo a las familias en la ampliación y mejora de cultivos de frutos y hortalizas y en la crianza de animales menores que completen la dieta.
“Han mejorado las relaciones de Pluspetrol y las comunidades, pero la calidad de vida en el lugar no ha mejorado en proporción a los dividendos de Camisea”, comentó, sin embargo, César Gamboa, director de políticas de la ONG Derecho, Ambiente y Recursos Naturales (DAR), que asesora legalmente a comunidades indígenas agrupadas en el Consejo Machiguenga del Río Urubamba (Comaru).
Él advirtió que también falta trabajar programas que ayuden a fortalecer la identidad indígena en la zona para manejar mejor el impacto cultural que provoca la actividad extractiva.
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