(EL COMERCIO). El tema de la inclusión social dejó hace mucho tiempo el ámbito académico para pasar por muchas manos políticas.
Lo curioso es que, en este tema y en la siempre caliente política peruana, nadie sabe hasta hoy para quién trabaja.
En el 2006, Lourdes Flores dominaba tanto el tema que empezó su campaña como favorita para ganar las elecciones presidenciales de ese año.
Pero Alan García se hizo de la victoria sin tener que hablar en absoluto de inclusión social. Le bastó y le sobró ponerle el mote de ‘candidata de los ricos’ a Lourdes Flores para sacarla de la primera vuelta. En la segunda vuelta, su conversión en el mal menor, frente al temor que infundía entonces la propuesta antisistema de Humala, definió su retorno al poder después de 21 años.
Entre el 2006 y el 2011, la bandera de la inclusión social pasó desapercibida para todos, excepto para Humala, que la hizo flamear contra viento y marea hasta su triunfo electoral. Sin embargo, ni él ni nadie de su entorno soñó de verdad en un ministerio de la inclusión social, hasta que Kurt Burneo, el otrora voceado ministro de Economía y Finanzas lo convirtió en un proyecto viable, con él a la cabeza. Burneo sabía que, tarde o temprano, cedería Economía y Finanzas a Luis Miguel Castilla o a cualquiera que se le pareciera en el manejo ortodoxo de una cartera que debía infundir gran estabilidad interna y externa.
Ahora, resulta que el premio consuelo que el propio Burneo se había procurado, con no poco ingenio, ha terminado en manos de Carolina Trivelli. Burneo no tiene más remedio que permanecer en el ministerio donde siempre creyó que estaría de paso: el de la Producción.
Trivelli es, pues, la zarina de la inclusión social. Y Aída García Naranjo, una súbdita que la mira de reojo desde su desmantelado ministerio de la Mujer.
No resignada a perder, García Naranjo andará en adelante pisándole los talones a Trivelli, como hasta hoy anda Burneo detrás de Castilla.
¿Le cuesta mucho al presidente Humala evitar estos juegos de dominó dentro de su Gabinete, al punto que, en verdad, nadie sabe allí para quién trabaja?
El cruce de visiones sobre Estados Unidos entre el primer ministro y el canciller ha sido, por ejemplo, de película.
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