Por: Augusto Townsend K Editor
Lunes 5 de Setiembre del 2011
He aprendido a través de Facebook (¿quién dice que las redes sociales solo sirven para perder el tiempo?) que Buda alguna vez dijo: “Los hombres pierden la salud para juntar dinero y luego pierden el dinero para recuperar la salud (…), viven como si nunca fuesen a morir y mueren como si nunca hubiesen vivido”. Recordé esta frase tras leer, también por sugerencia de un colega vía Facebook, un artículo de Jeffrey Sachs titulado “La economía de la felicidad”, que arguye que “la búsqueda implacable de un mayor ingreso está conduciendo a una desigualdad y a una ansiedad sin precedentes, y no a una mayor felicidad y satisfacción en la vida”.
¿Tiene sentido medir el progreso de un país sobre la base de un indicador tan limitado como el producto bruto interno (PBI), que desdeña variables como la cultura, la salud mental o la compasión de las personas? Para el economista de la Universidad de Columbia, ha llegado el momento de empezar a medir la ‘felicidad bruta interna’ (FBI), como en efecto ha decidido hacer el lejano Reino de Bután en el Himalaya.
Quién podría estar en desacuerdo con Sachs, sobre todo cuando enarbola aquella máxima de sabiduría convencional que reza: el dinero no lo es todo. No obstante, aun cuando su objetivo ulterior –muy loable, por cierto– es revalorar en la política pública aquellos indicadores relativos al bienestar de las personas, ni la iluminación del mismísimo Buda le sería suficiente para saber cómo medir la felicidad.
Como quiera que no se busca aquí desincentivar a nadie, lo animamos a hacerlo usted mismo. Recuerde aquella frase que debe haber leído en la parte trasera de alguna combi: “tu envidia es mi progreso”. ¿Significa esto que la felicidad de uno es la desgracia del otro? Imagínese que usted se saca la lotería, ¿será feliz indefinidamente o hasta que ya no sepa qué más comprar? Tómese mejor un trago con su vecino, que gana el doble pero casi no ve a su familia.
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