7 de septiembre de 2011

Coca Inc. ®

Coca Inc. ®

Bajo la premisa que Rospligliosi no conoce mucho del tema cocalero y opina a diestra y siniestra, entonces también puedo meter mi palana en el tema. Lamentablemente el asunto cocalero sigue sin solución aparente, ha sido desatendido y pobremente abordado en las últimas décadas.

Primero debemos tener en claro cuál es la dimensión económica de tema cocalero. El Perú en sus peores épocas ha ostentado tener más de 100,000 Has de cocales. Si asumimos que a lo mucho 10 mil Has pueden ser compradas por ENACO (demanda formal) y quizás otras 5 mil Has se destinan al chacchado ancestral, entonces tenemos un potencial de 90 mil Has cuya producción puede llegar a caer en las redes del narcotráfico.

En buenas épocas estas 90,000 Has representan un valor económico (chacra) de unos USD 270 millones (1 TM/Ha, S/. 100 la arroba de hoja seca). Este monto se multiplica “n” veces si lo llevamos a cocaína y vuelto a multiplicar “n” veces si esta cocaína llega cerca al punto de consumo. Es decir el negocio del narcotráfico peruano mueve cada año en algunas “empresitas” un presupuesto que puede duplicar el presupuesto de todo el Ministerio del Interior (el cual se diluye en diversas actividades en todo el territorio nacional).

Económicamente y quizás estratégicamente en más fácil y factible atacar el tema cocalero en el campo que esperar a que salga de él. Pero para eso deben existir alternativas reales, viables y sostenibles para los agricultores.

Nada se gana reemplazando hoja de coca por cultivos con ciclos irregulares de precios o que tienen mercados muy pequeños. Recuerdo que una vez me llamaron de un proyecto en Aguaytía que había promovido la siembra de piña criolla, piña bien lejos del mercado y encima una variedad con mucho menos valor que la cayena y la golden.

Comprar toda la producción de hoja de coca no funciona porque habría una competencia de precios y aumentarían las áreas rápidamente, además cada año habría que destinar presupuesto corriente para este tema. Por lo que es mejor pensar en un desarrollo alternativo efectivo, más interdicción, más lucha contra el lavado de activos e inteligencia financiera; pero por sobre todas las cosas: desarrollo alternativo.

Experiencias de “desarrollo alternativo” en al agro hemos tenido muchas. El crecimiento de las agroexportaciones peruanas se ha hecho en base de “erradicar compulsivamente” áreas de siembra en otros países ya sea de espárragos, alcachofas, paprika, pimientos y uvas; muchos de estos cultivos se han instalado donde antes se sembraba algodón, maíz o panllevar. Este proceso se ha dado espontáneamente. Teniendo mercado, competitividad, marco legal y algunos incentivos; el sector privado acaba por aprovechar las oportunidades.

Es decir los cocales se pueden reemplazar sosteniblemente si encontramos actividades económicas rentables viables y sostenibles; y además de similar o mayor dimensión económica. Adicionalmente hay que evitar que los sembríos se instalen en otras regiones (pero esta situación es más fácil de prevenir y combatir que los sembríos endémicos).

Si queremos reemplazar la actividad cocalera por otras actividades hay que hacerlo de manera contundente en no más de 5 años. En este periodo debemos entregar a los agricultores (vía inversión productiva no reembolsable y con partidas de sostenimiento) no menos de USD 54 millones de dólares cado año. Esto sin considerar las facilidades de carreteras, energía y saneamiento.

Pero no sobreestimemos el impacto de la ayuda internacional. Por ejemplo si un país aporta USD 50 millones a la lucha contra las drogas; entre utilidades del operador, gastos de operación, eventos, estudios y asesorías se insumen no menos del 80% del presupuesto. Muy poco es lo que llega como beneficio directo al productor cocalero.

Pero cómo hacer que la actividad productiva alternativa sea rentable, viable y sostenible. Para lograrlo debemos implementar mecanismos de mercado. Por ejemplo implementar una certificación comercial para el café y cacao que haya reemplazado la coca y desarrollar una marca o sello mundial para estos productos (una especie de “fair trade” alternativo). Esto es importante porque debemos buscar valor en la marca. Que el mundo sepa que estos productos han reemplazado la coca, lo aprecie y reconozca.

Los productos con esta marca o sello deben tener buena calidad y llegar al consumir final (café tostado molido y chocolates). Teniendo un posicionamiento a nivel del “toblerone” habremos resuelto buena parte de la viabilidad del negocio. Los mercados del café y cacao sí tienen una dimensión económica como para reemplazar comercialmente los ingresos ilícitos.

Otra alternativa es el desarrollo forestal (madera certificada, bambú) aunque aquí debemos considerar partidas de sostenimiento para los agricultores en periodos más largos que en el caso del café y cacao. Aunque por una necesidad de diversificar riesgos también sería conveniente promoverlo.

En todo este proceso ayuda mejor el tener un jefe de DEVIDA cercano a las organizaciones cocaleras que un jefe de DEVIDA beligerante cuyo único discurso sea erradicar.

Lograr un desarrollo alternativo efectivo no es sencillo y requiere de un liderazgo presidencial que lleve este programa a ser promovido por las Naciones Unidas y compartido fervientemente por los gobiernos de los principales países consumidores y líderes de opinión. Tenemos un reto grande, no obstante las soluciones también pueden ser bastante beneficiosas.

Lima, 7 de Setiembre del 2011

Angel Manero Campos
Columnista

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